miércoles, 31 de diciembre de 2008

En el instante en el que tomo la lapicera, en el instante que, después de "meditar" con mí misma y finalizar la disputa con mi mente (entre mis deseos persisetnes de volcar mis pensamientos y aquella otra mitad temerosa que me imide, la mayoría de veces, poner a funcionar el pulso de mi mano con un juego de letras), escribo; escribo por necesidad de expresión; escribo aunque ya no recuerde qué era hace cinco minutos atrás lo que tanto deseaba escribir.

Y es que acaso pierdo mis ideas en ése temor a escribir, que consume mis pensares y los transforma en "dudas", y finalmente acaba en deshacerlos; como ahora.
Sin embargo nada importa y yo escribo porque en el fondo, en un profundo sentir, escribir (aprender ó, mejor dicho, animarme a escribir) es lo que mayormente anhelo en la vida.
En estos momentos, también.

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