miércoles, 31 de diciembre de 2008

Ya poco recuerdo del anterior (y lo bien que me hace), pero este año sé que-- lo sentí con la piel erizada, por no decir que mi sensor emocional funcionó más intenso de lo que jamás hubiese esperado.

Mi dos mil ocho, su primer parte (hablo del verano y el otoño) me vio llorar, me vio llorar muchísimo y al mismo tiempo me enseñó, me mostró cuán pesadas pueden resultar las roturas de la ilusión. Me dio a probar el sabor de la primera (acorde a lo que recuerda mi memoria), la más fuerte, y quizá la más importante, hasta estos diecisiete años que llevo conmigo, desilusión de mi vida.

Sin embargo el tiempo, el tiempo resonó y aprendí que no puedo terminar en vos; no, no debo tampoco; y comprendí (aunque todavía sigo siendo un poco testaruda) que si algún día volvés, volverás; y esperar ya se hace en vano, pero yo te esp-- te recuerdo vivamente y sí, me confieso: espero ansiosa El reencuentro. Pero no ahora, ni mañana ni dentro de una semana, sino en un tiempo; "
en algún lugar del tiempo", diría Calamaro en alguna canción.

Ésa melancolía, mi melancolía y mi tristeza me trajeron lágrimas y me volvieron más vulnerable a vos; pero también me regalaron, casi mágicamente, lo que más necesitaba: sonreir; y con ello, me hice más amiga de mis amigas y descubrí cuán increíbles pueden ser las personas sin siquiera ellas mismas sospecharlo. Y así recibí abrazos y palabras más contenedores, y los transformé en mi mejor sonrisa y en risas que me hicieron llorar, de felicidad.

Este año se llevó mi primer beso muy rápido, de forma casi fugaz diría; mi primer recital en primavera y la vez primera en ir a bailar. Por éste Diciembre que está a un paso de irse, me trajo el resultado "académico" (por ponerle un nombre) más horrible y frustrante, y con él mi última melancolía del año, creo.

A su vez, se llevó parte de mi verguenza y mis miedos. C
ulpabilicé y me culpabilicé.

Sufrí, con una cuota de felicidad al mismo tiempo, la despedida (mejor digámosle receso de sus obligaciones, o, muchísimo mejor, jubilación) de mi profesora más querida, mi estandarte. También leí no más de seis libros y me di cuenta, una vez más, que la literatura es mi mayor fuerte.

En el verano pasado, dí con Radiohead y en invierno escuché a Fito mucho más. Sentí confusión, pero jamás rencor. Supe que el olvido no existe, bajo ninguna circunstancia, sino que es un recuerdo transformado; y acá en el medio, otra vez estás vos; y te envuelvo en mi orgullo.. dulcemente.

Menos mal que éste es el último día de mi dos mil ocho.. no?
Jenn





En el instante en el que tomo la lapicera, en el instante que, después de "meditar" con mí misma y finalizar la disputa con mi mente (entre mis deseos persisetnes de volcar mis pensamientos y aquella otra mitad temerosa que me imide, la mayoría de veces, poner a funcionar el pulso de mi mano con un juego de letras), escribo; escribo por necesidad de expresión; escribo aunque ya no recuerde qué era hace cinco minutos atrás lo que tanto deseaba escribir.

Y es que acaso pierdo mis ideas en ése temor a escribir, que consume mis pensares y los transforma en "dudas", y finalmente acaba en deshacerlos; como ahora.
Sin embargo nada importa y yo escribo porque en el fondo, en un profundo sentir, escribir (aprender ó, mejor dicho, animarme a escribir) es lo que mayormente anhelo en la vida.
En estos momentos, también.